Perder también es ganar
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Recuerdo mis 7 años, en el patio de la escuela. Había una carrera de rapidez, estaban los padres, profesores y todo el mundo veía con gran interés lo que iba a suceder. Pues bien, corrí tan rápido como pude, pero llegué última. Cada paso me costó, me puse nerviosa. Recuerdo que al final estaba mi papá con su bigote y sonrisa amplia esperándome con los brazos abiertos mientras yo llegué llorando. Me abrazó muy fuerte y ese fue mi refugio. Si, perdí y fue la primera vez que recuerdo haber llorado por perder. Fue la primera de muchas pérdidas y de muchos fracasos que he vivido. Inevitables, aleccionadoras, fuertes…así son las pérdidas. Y no se hable de cuando perdemos a un ser querido. Eso nos parte el alma, pero es parte de la vida.
Ahora bien, en la actualidad, muchos adultos procuramos amortiguar el impacto de la pérdida en nuestros niños al darles premios consuelo o negociar la situación. Me pregunto entonces ¿qué estamos haciendo? Tenemos muchos niños, hoy en día, que tienen absoluta intolerancia a la frustración. Que se desmotivan y bajonean tremendamente cuando pierden. Y lo que sé es que perder es parte de la vida. La victoria dura un momento, las pérdidas nos dejan lecciones para siempre.
Entonces, reflexionemos en qué medida estamos permitiendo que nuestros hijos sepan cómo afrontar la frustración y, por ende, las pérdidas.
- ¿Cedemos siempre a sus pedidos?
- ¿Dejamos que tengan sus propios horarios?
- ¿Tienen tiempo de uso de la tecnología?
- ¿Jugamos juegos de mesa con reglas con ellos?
Todo esto ayuda a generar hábitos de comportamiento, conductas resistentes a la frustración. En la actualidad, han desaparecido muchos concursos internos de belleza (en lo cual estoy de acuerdo), y esto se ha dado para no fomentar la competencia basada en algo físico, pero es importante que los chicos de hoy sepan que no siempre se gana. Si pierden , está bien, han aprendido y se esforzarán para futuras ocasiones. También depende mucho de la actitud de los adultos. Muchas veces, son los padres los que tienen nivel desmedido de competencia y exigen a sus hijos más de lo que creen. La vida con más tranquilidad es importante. Requerimos volver a lo básico.
La vida no siempre nos dará premios consuelos. La vida no siempre nos dará oportunidades de negociación. Criemos hijos listos para afrontar la vida: porque perder también es ganar.
Ganar tolerancia, experiencia y lecciones: grandes premios.